(Para Alcalareño)
El luto cabe en un brazalete. La noche, lo oscuro, el desgarro, la nada hilvanada sobre la seda, un signo apenas circundando el músculo.
El luto es un crespón negro, azabache sobre azabache, una mancha sombría en el pecho, el corazón en un puño y el alma partida en dos. Dos palos, tu dolor por mi dolor, hermano; tu sangre por mi sangre malherida; tu latido por mi latido renegado; el aguijonazo en los lomos, dos arpones verticales ondeando en la grupa de un animal bravo que morirá sin domar, como no se doman las tormentas, ni los huracanes, ni el mar cárdeno que no entiende, que no sabe dónde se acaba el agua.
La ovación de abril en las palmas, los ojos clavados en lo azul, allá arriba, por encima de todo lo conocido, en un cielo intangible pero más cierto que la fe de los hombres, que lo que nos sobrevive. Y abajo, aquí, la tierra enfriándose, enamorada, tibia, si polvo somos que al polvo tornamos.
El luto cabe en una cinta estrecha abrazando la plata, oxidando las tripas y las venas y las arterias, sin heridas visibles ni costurones en la piel, sin sangre, sin cicatrices en el espejo, sin un capote de brega para aliviar los apretones del alma. El luto cabe en el silencio de un hombre que se juega la vida sin engaño, sin quite en el precipicio de la muerte ajena, tan sin fondo; sin taparse, cuerpo a cuerpo, el instante: o tú o yo. Un segundo apenas frente a las astas, carne contra carne, castigo.
Ahí el mundo, acordonado en lo oscuro, apretado en la seda, midiendo. Ahí lo indescifrable del dolor, la soledad del que llega a una casa sin hembra, el beso que quedó prendido en los labios del aire, banderillas de castigo contra la madrugada sin sábana; banderillas negras contra la madrugada más negra.
El luto de un torero se escribe con la ortografía de lo discreto, una cinta acaso, amordazando tanta muerte, tanta rabia, tantas lunas sin sentido, aquel día que no tuvo más días. Y ahí, allá arriba, en un cielo intangible, consolando, la sonrisa eterna de una mujer, por encima del amor, vida que no se olvida de la vida.
(Artículo publicado en Cuadernos de Tauromaquia, mi otra casa, en la edición de mayo. La fotografía es de ABC de Sevilla)
Todo nuestro apoyo a Alcalareño. Un abrazo torero
ResponderEliminarGran tipo, Alcalareño. Y Boni, ese Perea. Y Saugar, grande Pirri. Mosqueteros del salterano.
ResponderEliminarVi su luto en San Miguel (Sevilla). Mi simpatía en sentido estricto: sentir con.
A veces la vida es magia.
ResponderEliminarOtras, pura tragedia…
Unas veces encuentras lo mejor en el camino, yo te encontré a ti, Berrendita.
Otras, desgraciadamente, encuentras lo peor…
Hay mensajes que te hacen temblar,
mensajes que te hieren el alma,
más que cien cuchillos afilados,
“acariciando tus carnes”. Son esos mensajes vestido de dolor y luto...
Mi más sentido pésame para el torero…
para Alcalareño, ese torerazo de plata,
ese que se gusta y gusta…
el que se siente y tanto nos hace sentir…
La vida a veces pasa de estar llena de alegrías,
de planes e ilusiones… a convertirse en un segundo en una losa… una pesada losa… en una vida triste y solitaria, una vida que te deja la mente en blanco…
sin nada más en que pensar… sólo en la tragedia...
Esos momentos tan dolorosos, cuando pierdes toda opción por continuar amando… Cuando esa sonrisa ya sólo queda en el recuerdo, un recuerdo bañado en lágrimas… en esa foto que te rompe el alma… y en esa pregunta sin respuesta que te asola; por qué, por qué… Por qué no voy a poder abrazar más a esa persona que para mí lo era todo, todo… el timón de mi propio corazón…
Si me pongo en la piel de ese torero… muero.
Mi más sentido pésame para Alcalareño.
Le acompaño en su terrible dolor.
Berrendita, que ganitas tengo de abrazarte cielo!!!
Besos sirter!!