Entre tanta porquería como se cuece en los despachos, entre tanta decepción, entre tanto fuego cruzado, tantas filias y tantas fobias, a veces se nos olvida que los toros son también poesía. Que la fiesta es belleza, que hunde sus raíces en el verso, que sus renglones se escriben a golpe de albero y sentimiento. Que la fiesta es misterio rubricado en seda y franela, que el instante se hace eterno cosido a los vuelos de un capote, a la magia de una cintura en danza, de una zapatilla clavada en la arena. Desde el respeto y sin imposiciones, aquí todo el mundo es bienvenido.
La foto es de Juan Pelegrín, a quien desde aquí le doy las gracias.
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