lunes, 6 de septiembre de 2010

Por su mano diestra


Dicen que el corazón está a la izquierda, pero yo he visto escapar el alma tras la mano diestra, como si los cinco dedos fuesen los cinco últimos centímetros del cuerpo antes de ser sólo eso: alma. Veintiún gramos. Todo eso.

Dicen que el corazón está a la izquierda, pero yo he visto la mano diestra de un torero enamorar a un toro, coserlo a la lengua de franela que humedece el tiempo, vencerlo en la redonda sábana de arena tibia, en la tarde azulada, en el beso dorado del albero.

Dicen que la espada siempre pinta en muerte, pero yo he visto su filo escondido rompiendo aguas en lo hondo, como si se acabasen las caricias, ninguna antes, ninguna después, cetro de acero y empaque, mayo en el vientre, el trono, la herencia en lo invisible, en la sangre, en las sienes.

Así vimos a José María Manzanares, vertical en oro, enmarcado en la piedra, latiendo con la derecha, en el inalcanzable mirador de lo perfecto, hambre que nunca se calma, con el corazón descendiendo por la diestra hasta el mismo corazón de la tierra, árbol ardiendo en frutos, verano en ciernes, domando por su mano los vientos de abril, azul y majestad, dejándose ir, dibujando un corazón a pitón contrario.

Dicen que el corazón está a la izquierda. Y si a la izquierda está, yo he visto palpitar al mundo en un derechazo de vocación zurda, un derechazo como un latido, manzana y eterno, berrendo en siempre.



(La foto es de José Ramón Lozano, que una vez más nos presta sus ojos privilegiados)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡Bravo, Ana, bravo!!

el chulo dijo...

bueno berrendita,

aqui decimos que un hombre muy torpe tiene dos manos izquierdas. (excepto los zurdos). digamos, en general.

el arte ne tiene mano preferida, sino duende, que es muy distinto.

como siempre un texto maravilloso.

un beso desde dax.

Ana Pedrero dijo...

Gracias, anónim@, gracias!!! :)

Chulo: claro que el arte no tiene mano preferida. Gracias a tí. Por venir y por tu nuevo blog. Un beso.

Lamborghini dijo...

Estoy mirando su mano, la del torero, esa mano que maneja el cetro del frío acero con el amor puro, el amor que no desea causar daño, si no un placentero sueño... una caricia de lágrimas...
Estoy leyendo tus palabras y me siento mecido... me siento en tus manos...
Estoy mirando tus manos desnudas como su derecha, acompañando el tiempo, como su cintura regia...
Estoy mirando tus manos, viendo que como él, tienes en ellas el alma y el corazón...
Yo solo siento que desearía besarlas...

Ana, siento que estoy en tus manos como en las manos de Dios.
¡Gracias mi hermana del alma!

Ana Pedrero dijo...

Ignacio, me has emocionado, porque también imagino tus manos, esas que hilan palabras como música, que siempre me dejan sin mis propias palabras. Gracias por sentirme, por leerme así.

Mil besos.