martes, 20 de mayo de 2014

Luto por un torero

Que esto no es coña. Que esto no es de mentira, ni tiene trampa. Que los toros, milagros de la cirugía aparte, siguen matando. Que los toros siguen abriendo las carnes, las venas, destrozando corazones. Que aquí no hay trampa ni cartón.

Que los toros llevan la muerte escrita aunque los toreros les miren de frente a los ojos, porque sólo así conocen el camino a la gloria, ese querer ser, ese veneno que a veces cuesta la misma vida, porque es la misma vida lo que ofrece todo aquel que se pone delante. Y así, mirando a la muerte de frente, moría ayer en Méjico Luis Miguel Farfán, veinticuatro años en canal, tanta vida.

Que esto no es coña. Que un tío, un niño apenas, de 24 años ayer entregó sus máximos galones, su propia vida, a la gloria de los toreros eternos. Aquí muchos ni lo conocíamos. Esto es así de duro y de pedregoso. Esta es la sombra, la cruz. Esto es lo que te hace clavar las zapatillas en la arena de la vida. Una plaza de mala muerte, pocos medios, la tragedia sobrevolando, la muerte que siempre espera el momento sin anunciarse, tan en silencio, dos pitones, un tacabazo y el precipicio.

Se llamaba Luis Miguel Farfán. Veinticuatro años. Yo no sabía quién era, pero tengo el alma encogida pensando en ese pecho reventando, en ese boquete por donde escapaba la vida, en esa sangre empapando la arena y la sábana, nublando los sueños, apagando para siempre la sonrisa, la caricia, el futuro; en ese dolor que brota de las entrañas de una madre, en esos trajes seda y oro que ya nunca pasearán por el redondel de los sueños.

Se llamaba Luis Miguel Farfán. Gloria a los toreros eternos.


(Este blog hoy guarda luto por un torero. La ilustración se la he cogido a mi amigo Milinko)

1 comentario:

Esviro dijo...

Como siempre, un placer leer tus palabras. Un beso