miércoles, 21 de mayo de 2014

¿Quién nos defiende?


Lo ocurrido ayer en Las Ventas y el fenómeno generado en las redes sociales debe marcar un antes y un después en la actitud y permisividad que hasta ahora hemos tenido los taurinos con determinados jumentos -el título de personas les viene grande- que para defender la vida del animal nos desean la muerte a los profesionales del toreo y a los aficionados.

Ocurría ayer mientras tres hombres, tres toreros, pasaban a la enfermería. Ayer, mientras David Mora estaba atado a la tierra por el invisible hilo que nos cose a la vida, las redes se incendiaron de mensajes de apoyo y admiración. Pero también a la vez, redes sociales y foros se saturaron de mensajes que constituyen un hecho delictivo en toda regla y que atentan contra la libertad, la dignidad y el derecho a la vida.

De todo lo vivido y leído ayer, me quedo con la voz alta, firme y clara de los taurinos, que cuando nos unimos podemos mover el mundo aunque por desgracia siempre andemos a la greña. También me quedo con los no taurinos que no compartiendo nuestra pasión mostraron sus respetos por los toreros que en esos momentos ponían sus vidas en manos de los médicos, ángeles de bata verde que se parapetan tras los burladeros y obran en milagro en los quirófanos.

Soy taurina. La libertad del país en el que vivimos y la ley me amparan para serlo. Soy taurina y no tengo que aguantar que nadie me llame asesina ni hija de puta; como la madre de un torero no tiene que aguantar que deseen la muerte a su hijo los que claman por la vida del toro. Veganos, animalistas y pseudoprogres de postureo a los que habría que meterles mano de alguna forma legal al menos para que cuando vomiten su veneno se lo piensen dos veces. Si se van a investigar las injurias contra la clá política, háganlo también con las que se vierten contra toreros y aficionados, personas de a pie, de forma impune por la red.

De su catadura moral no vamos a hablar, porque quien le desea la muerte a otro ser humano se retrata a sí mismo. Pero es hora de articular algún mecanismo de protección y respeto, de unirnos y exigir a la voz de ya que esto pare con los mecanismos legales que estén a nuestro alcance. Que den un paso al frente los expertos en la materia, que muchos habrá entre los millones de aficionados que somos. Basta ya de escupir mierda, basta ya de que la amenaza quede impune. No podemos consentir más insultos, más injurias, más salvajadas y menos cuando los sentimientos están a flor de piel y la vida de un hombre está en el precipicio.

Desde el respeto a la libertad de manifestación y de pensamiento, no podemos consentir más concentraciones junto a las puertas de las plazas mientras las fuerzas del orden se los rascan a cuatro manos con la desprotección que ello supone para quienes vamos a ellas. No podemos consentir tanto anónimo que atenta contra nuestro derecho a decidir y a ser taurinos.

Somos taurinos, ciudadanos de primera que pagamos nuestros impuestos como los demás, que pagamos por ir a las plazas, que no robamos ni engañamos a la ciudadanía y que además engordamos las arcas del Estado con la segunda actividad económica más importante de España, que para nosotros es mucho más que una cuestión de cifras porque nos corre por las venas y nos hace galopar el corazón.

Somos personas, hombres y mujeres, profesionales del toreo y aficionados. Hombres, personas, con derecho a la vida, muy por encima de los derechos de cualquier animal, y lo dice quien daría su propia vida por cualquiera de los bichitos que conviven en mi casa sin los que mi día a día no sería ni parecido.

Respeto para todos y libertad. Esas son las normas que nos rigen y aquí o jugamos todos o se rompe la baraja. Y si no, que sea el propio Estado, el propio sistema el que disponga de abogados de oficio contra delitos de este tipo, al igual que se ha hecho con la clase política o con las recientes consignas antisemitas. Yo firmo, díganme dónde.

Aquí cabemos todos. Taurinos y no taurinos. Ese es el precio de la libertad y la pluralidad, de la democracia.

Y al que no le guste, que se apee y deje de amenazar, despreciar la vida ajena y dar por culo a los demás.


(Y por testigo pongo este cielo de Madrid sobre Las Ventas captado por la cámara mágica de Juan Pelegrín, donde hoy a las seis los aficionados se concentran por la dignidad y el derecho a ser taurinos. Que nada, nunca, nos haga callar.)

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