A Javier Castaño no lo conocen las chonis que tragan al por mayor la casquería del corazón. Ni las que reconocen a Cayetano porque viste de Armani. Ni las que se ponen el waterproof en la pestaña y gastan retina para calibrar la seda que aprieta el culo de los toreros y los persiguen de hotel en hotel por si al día siguiente se lo llevan caliente en las tertulias de porteras, con la lengua larga y la falda corta.
A Javier Castaño no lo conocen los del puro en ristre y el traje de domingo en los días grandes de la feria, comprando al peso barreras de sombra, tanto tienes, tanto vales. Ni los del taurineo de la gomina y las fantasmadas, ni los que tiran de Mercedes antes de pegarle un pase como Dios manda a un toro.
A Javier Castaño lo conocen los aficionados cabales; aquellos que recuerdan aquel chaval que atravesó la puerta grande de Madrid de novillero. Los que sabemos que después de acariciar la misma gloria vino el percance y después el silencio. Y entonces tiró del impagable regalo de su afición, de sus ganas de ser alguien en el mundo del toro y volver a tocar ese pedazo de cielo que le corresponde a quienes salen a hombros hacia la calle de Alcalá; tiró de su tremenda fortaleza para crecerse en la sombra y volver a ascender los peldaños que conducen al sitio de honor en el toreo.
Todo esto lo ha hecho Javier en silencio, como se hacen las cosas que uno lleva tan dentro que decirlas en voz alta casi duele. Javier se ha reivindicado en la arena, sin volver la cara, tragando con toros duros y con el más duro trago, el más amargo: el de verse relegado en los despachos para conseguir contratos a dentelladas. Sabiéndose tan torero. Sin desfallecer, sin dejar esa rutina diaria que es casi como un mantra para los toreros que no son gedié, ni negocian derechos de imagen, ni son carne del marujeo patrio, ni figurines de Armani. Reinventándose un día y otro día, desgastando suela, sudando chándals, ejercitándose en el tesón, la voluntad, la fe en uno mismo cuando los demás adoran a otros dioses y dejan de quemar incienso a tus pies.
Probablemente él no se acuerda del día que nos presentaron, pero yo lo estoy viendo como si fuese aquel mismo día. Un día de esos en que el invierno se ceba al pie de las encinas; hacía un frío castigador en el campo charro y llegaba aterido, casi encogido, a que le volviesen todos los huesos del cuerpo a su sitio después de tentar. Era un novillero aún nuevo, pero nunca se me olvidó su nombre, el que no conocen los esnob, ni los aficionados de pacotilla, ni las marías del periodismo rosa. Nunca se me olvidó su nombre, Javier Castaño. Ni aquella mirada tan honda, tan seria. Ni aquellos labios sin mentiras, sin palabras de más, con silencios que dicen más que todas las enciclopedias del mundo juntas.
Ahora Javier Castaño acaba de anunciarse ante seis Miuras en Nimes. Como un tío que se viste por los pies. Con dos cojones, dicho en cristiano. A las chonis y los fantasmones, después de esta gesta, quizá siga sin interesarles quién es ese torero, ese hombre que este año rubricará desde el vientre de Chus la mejor faena de su vida. Pero a los demás, empresarios y aficionados, habrá que pedirles cuentas si no le dan, por fin, el lugar de privilegio que se ha ganado peleando como un león por sus sueños. Toreando.
Apura, Javier, la copa de la alegría. Y bébete a sorbos, despacito, el jugo de tantos sudores, de tanta amargura que ahora se vuelve dulce contra tu lengua. Porque yo sí; porque nosotros sí te reconocemos, porque sabemos desde hace mucho tu nombre y esperamos contigo ese día de mayo, ese Pentecostés sin fuego, y todos los días de celebración que tengan que venir.
Entonces yo, sin vaso de plata, con la copa del respeto a rebosar, brindaré contigo.
(La foto, preciosa, es del gran Juan Pelegrín, a quien quiero y admiro)
jueves, 2 de febrero de 2012
Brindaré por tí, Javier Castaño
Etiquetas:
Javier Castaño,
juan pelegrín,
mi gente,
mis toreros,
Miura,
nimes,
salamanca
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
¡¡Ole los toreros buenos!!.
Javier Castaño se merece llegar a lo más alto. 2012 tiene que ser su gran temporada, ya es hora de que se le reconozcan sus méritos y lo que ha luchado.
Preciosa y merecida entrada en tu blog, Ana.
Enhorabuena Berrendita por las líneas que le dedicas a este ¡pedazo de torero! que una vez más nos demostrará en 2012 con los Miuras que tiene que estar en las grandes ferias.
Felicidades una vez más.
Bien por tí Berrendita. Este tío, porque es un "tío" sufrió del mal de altura del apoderamiento por una casa "grande".
Creo que ahora sí que está cuajado para estas empresas.
Un saludo.
Publicar un comentario