jueves, 12 de mayo de 2011

Vuelve


Vuelve. Porque es necesario, como es necesario que la primavera cierre el ciclo del invierno; como es necesaria el agua aliviando el surco en tiempo de sequía; como es necesario el sol después de la oscuridad sin nombre de todas las noches.

Vuelve. Porque es necesario, como el pan entre los hambrientos; como el milagro ante los descreídos; como la estación de las flores cuando el campo se queda yermo.

Vuelve. Porque es necesario como la sábana templada donde reposar la confrontación de cada día; como la sonrisa de un niño entre los escombros de la ciudad derruida.

Vuelve al albero, porque es el templo donde se consagra su misterio, su teorema de la belleza en vertical, el vértigo insondable, la hondura de cada muletazo, la verdad sin tapujos, un paso más allá de donde quedó la huella del último torero, el último prodigio. La vida.

Vuelve, como resucitan los Cristos cada Pascua, como brotan los montes después de los incendios, como cierran las heridas cuando son precipios a la muerte, ya vencida, ocho litros de sangre, el Atlántico de por medio.

Vuelve. Porque es necesario como lo intangible sobre la materia; como el alma que vuela en el entresijo de huesos y carne, como el corazón que late al filo de lo irrepetible.

Vuelve. Porque es necesario como el silencio entre las palabras vanas, como la grandeza que se erige sobre las cosas pequeñas, como la proeza de lo excepcional entre lo cotidiano, lo único.

Gracias, José Tomás, por la primavera, por el pan, por la sábana, el silencio, la hondura, el milagro, la grandeza. Por la vida, que siempre regresa.

Vuelve.

(Foto: José Tomás liándose el capote de paseo, del genial Juan Pelegrín)