lunes, 15 de abril de 2013

Un acto de fe


Morante es un acto de fe. La tienes o no la tienes. Es como un milagro latente, que no sabes si va a producirse en el sermón de cada tarde, pero sabes que existe como existe el mar, y el cielo, aunque no los abarquemos.

Morante es un acto de fe. Un catecismo sin comas, la hondura a ciegas, la belleza desgarrando el aire, desafiante, incontenible, perfecta.

Volverá hoy al albero maestrante y entonces Sevilla recitará abril con versos de seda, con lengua de oro y azabache. Y rezaremos desde el silencio por si puede ser hoy, aunque siempre sea. Porque el tiempo de la verdad es siempre, si la verdad no tiene tiempo ni lindes. Como la fe, que la llevas encima o te vacías por dentro. Un acto de fe. Morante siempre.

Morante vuelve hoy y es como si la primavera se posase de verdad sobre Sevilla y sus torres, sobre el río crecido, sobre los puentes y la historia. Como si reventase el jazmín y el azahar después del inicienso y de los cirios, la pasión tras la Pasión, este otro credo, esta otra fe, esta certeza de que los dioses no siempre nos miran con los ojos cerrados, de que no siempre duermen.

Morante vuelve hoy a Sevilla con los toros de Cuvillo. Esos toros que algunos llaman medios toros pero que cantan a su estirpe si también llevan muerte en las astas y bravura en la sangre. Toros para la fe, así me diga el mundo que me equivoco. Yo creo. Y si surge el milagro, abril será el rugido de nuestro credo, el paraíso de tanta fe sin fisuras. La tienes o no la tienes.

Y si se acaba la fe, siempre queda Morante, que esta tarde es Sevilla, que hoy se llama abril.



(La foto, que también es un acto de fe, es de Juan Pelegrín. Morante en Las Ventas)