miércoles, 29 de enero de 2014

Más de lo mismo




De cuanto en cuando regreso a twitter a matar el mono de toros y de campo, de verano y plazas, de caricias de seda y faenas esculpidas en el albero. En busca del instante mágico, del recuerdo, de la afición, de la pasión, del veneno que nos sacude a todos los que amamos el mundo del toro.

De cuando en cuando pienso que existe un punto de encuentro, que todos somos conscientes del momento que vivimos, que en algún punto se impondrá la cordura y miraremos al futuro tirando del mismo carro.

Pero no. De cuando en cuando me asomo a la plaza imaginaria del mundo y veo más de lo mismo. Los mismos que nos echan de las plazas nos echan del twittendido o hacen de la pereza la consigna para no volver. Desahogados que le enseñan a las figuras cómo tienen que torear; talibanes que no conciben la fiesta más allá de sus gustos; faltones que piensan que sabe más aquel que más insulta; catedráticos de sillón que le dictan a los ganaderos cómo criar los toros en el campo. Comemeriendas que para ensalzar a unos pisotean a los otros. Envidiosos que si pueden te aplastan la cabeza porque eres más rubia o naciste más alto. Terroristas del android y de la tecla que vomitan sobre el vecino y sobre todo perro pichichi y se quedan tan anchos. Salvadores de la fiesta. Olé tus cojones.

A los figuras, porque son tramposos; a los modestos, porque son una mierda. A los anónimos, porque son cobardes; a los que dan nombre y apellido, porque son fantasmas y sólo quieren figurar. A los periodistas que viven de esto, porque son pelotas y no tienen ni puta idea; a los que medioviven engañados y no cobran, que son tuneleros; a los que están en la calle por cantar las verdades del barquero, que les mantienen a escondidas los de arriba; a los que no piensan como ellos, ignorantes y babosos. Tirios y troyanos zarandeando una nave que se hunde en una tempestad de largo recorrido sin que desde dentro del barco nadie haga nada por enderezar el timón.

Así nos va. Poniéndole puertas al aire. Acotando, tirando piedras contra nosotros mismos. Dándonos de leches por el minuto de gloria: yo sé más que tú. Como si no hubiera sitio para todos. A mí me caben los cárdenos y los coloraos; los que se fajan y los que se adornan; los de arriba y los de abajo; el norte y el sur; los silencios y los olés; el toro de Pamplona y mis añoradas tardes en El Puerto; mayo y Madrid, septiembre en La Glorieta. Admiro a los que paran el tiempo dibujando carteles y a los que me cortan la respiración con los cojones por delante. Artistas y gladiadores. Toreros todos. Escucho a los de la izquierda y a los de la derecha, a los que estaban y a los que van llegando. Respeto a todos los que se ponen delante, porque ellos son los que se juegan los muslos ahí abajo mientras los demás dictamos cátedra con el culo caliente en el tendido y el gintonic entre toro y toro. Sí, que soy de gintonic. De siempre. Mea culpa.

El debate es bueno, la crítica es buena y cada cual puede opinar y debe hacerlo, que para eso nacimos libres. Pero el debate no es la guerra, no es el "quítate tú para ponerme yo", ni la falta de respeto continua para defender lo que por encima de todo debiera ser un interés común, con independencia de los criterios de cada uno. Estamos en el mismo barco, o así lo entiendo.

Pero así nos va. Más de lo mismo. Matándonos de puertas adentro para que cuando entren en nuestro castillo redondo no quede vivo ni el Tato. Ya nos bastamos nosotros. Poniendo bombas bajo el tejado que nos acoge a todos, haciéndole más fácil el camino a quienes quieren terminar con una cultura milenaria y una pasión que, quiero pensar, debería unirnos, aunque cada uno la entendamos según nuestras sensibilidades. Por eso es arte, por eso es intangible y eterno.

De cuando en cuando me asomo y sólo veo, sólo leo más de lo mismo. Y me dan ganas de no volver más. Y mucha pena, porque pienso que nadie va a parar nunca esto, que estamos condenados a vivir a uno u otro lado de la frontera, la que separa a los salvadores de los apátridas. Y me siento en tierra de nadie, porque yo sólo quiero ser aficionada, porque sólo quiero mirar al futuro y mostrarle el camino a los que vengan y que cada uno crezca en la dirección que quiera, pero sumando.

Lo jodido del caso es que hoy todos vamos a estar de acuerdo porque pensaremos que estas letras van por el vecino. Por el que no tiene ni puta idea. Más de lo mismo. Más de lo mismo.

Así nos va. A hostia pelada. Tan mirándonos el ombligo que no necesitamos enemigos que vengan a cargarse esto. Ni figuras, ni empresas, ni prensa, ni antis, ni dios que los fundó. Ánimo, que vamos bien.



(La foto, de Las Ventas, es de cuadernosdeicaria)