miércoles, 16 de octubre de 2013

Un imbécil prohíbe la foto de un torero

En la vida se puede ser imbécil, muy imbécil, redomadamente imbécil y ya después, más allá del imbécil supino, el imbécil con eme antes de be, se puede ser alcalde de Barcelona.

Alcalde de Barcelona, sí, ese cateto fascistoide que ha prohibido la colocación de la cartelería de la exposición de los prestigiosos premios de fotografía World Press Photo porque tienen la foto de un torero. Esa es su libertad; ese el odio que le tienen a todo lo que represente cultura y tradición de los demás, de la tierra que pisan, por mucho que disfrazasen sus ínfulas nacionalistas de un animalismo suciamente utilizado con tintes políticos.

Yo, señor mío, le explicaría quién ese es torero que se ajusta la montera con un parche negro y el rictus aún desordenado en la boca, mirando al frente con un solo ojo, desafiando al futuro con tiritas en los dedos. Le diría que los laureles bordados en su traje verde son el símbolo del héroe. Que este torero es lo más próximo a un héroe del siglo XXI.

Le explicaría que mientras él se ajusta la montera yo me quito el sombrero por su ejemplo, su lucha, su fuerza de voluntad, su querer ser. Por la arrolladora personalidad que fascinó a un artista, Daniel Ochoa de Olza, que decidió seguirle con su objetivo por toda España. Un fotógrafo al que el imbécil del alcalde de Barcelona prohibe mostrar su obra, cercenando una vez más la libertad que nos asiste a todos los españoles.

No sé hasta cuándo, no sé hasta dónde el resto del país va a aguantar con el silencio de los corderos las impertinencias, los atropellos, las gilipolleces, las imbecilidades. El alcalde de Barcelona prohíbe la foto de un torero en unas calles más estrechas, menos libres, menos de todos. Fascismo.

Lo que nunca entenderá ese imbécil es que jamás podrá llegarle a la suela de los pies a ese hombre, a ese torero que se ajusta la montera revestido de los laureles del héroe. Por dignidad, por la emoción que aún me embarga cuando te recuerdo así, Juan José Padilla, verde esperanza, verde laurel, resucitando de entre los muertos en Olivenza, regresando a la luz del ruedo, al vértigo del toro, con un ojo cerrado para siempre y el corazón ensanchado de vida.

En las calles de mi alma tienes siempre tu casa.



(Y como a mi los imbéciles me la pelan, dicho en cristiano, cuelgo aquí la foto prohibida. La foto de un torero, el retrato maestro de Daniel Ochoa de Olza)