jueves, 11 de junio de 2015

Nos venden como putas, se callan como putas

(A mi amigo Cecilio Lera, el alcalde más socialista, más taurino y más auténtico que ha parido la Tierra de Campos zamorana, que llama al pan, pan y al vino, vino)


El PSOE, enfrascado en su juego de tronos, en su juego de pactos, nos vende como un putas a los miles, millones de aficionados taurinos que votaron bajo sus siglas y hace peligrar la continuidad de los toros en un puñado de plazas. El PSOE traiciona a los miles de trabajadores del sector y obreros del campo. A los miles de intelectuales y gente del pueblo de la izquierda que luchó por la libertad de este país y que defendió la tauromaquia como símbolo de la cultura y la identidad de este pueblo al amparo de una rosa roja cada vez más marchita, más podrida, más debilitada.

El PSOE nos vende como un putas por un puñado de concejales y alcaldías dejando con el culo al aire a esos alcaldes socialistas de pueblos pequeñitos que se dejan la piel en mantener sus encierros, sus espantes, sus capeas y sus festejos. Alcaldes como mi amigo Cecilio, treinta y pico años en un Ayuntamiento, socialista histórico, sangre roja y de ley, que devora kilómetros de plaza en plaza y no se pliega a las imposiciones de los pseudoprogres de su partido, esos que nos venden como la derechona y la caspa -que no la casta- de España. Váyanle con el cuento de la libertad a otra, mangantes.

El PSOE nos vende como un putas. Y el PP ha intentado sacar rédito político de los toros con promesas que nunca fueron. Su promesa de devolverlos a la televisión pública ha quedado en tres retransmisiones en los últimos cuatro años en la que los actores -toreros, empresarios y ganaderos- renunciaron a los derechos de imagen para que el festejo saliese adelante en la tele de todos. Sí, la que pagamos todos. Vamos, igualito que en el fútbol, por poner un ejemplo. Me gustaría saber de un sólo futbolista que moviese el culo, cuando ya no decimos jugarse la vida, sin el correspondiente cheque en el horizonte.

El PSOE nos vende como un putas. El PP nos deja con el culo al aire. Los de la extrema izquierda nos meten en el saco de la caspa enseñando la patita de su incultura y faltando al respeto y la memoria de tantas gentes de la izquieda que sustentaron la tauromaquia sobre sus hombros. Y en este mondongo, el aficionado es el único que saca la cara para que se la partan mientras el sistema permanece dormido, ajeno a cuanto acontece, sin mover un dedo.

No son los grandes empresarios, ni los toreros, ni los ganaderos los que mueven un sólo dedo para que esto cambie. La culpa no la tienen sólo políticos mezquinos que andan a salvar su culo los próximos cuatro años al precio que sea aunque luego se hagan fotos en los callejones puro en ristre. La culpa la tiene un sistema que se sigue mirando el ombligo, unos representantes que no sabes si van o si vienen que van a hacer caja a las plazas y no pegan de una vez un puñetazo en la mesa con la fuerza económica y social que tiene el sector.

Hace apenas unos días se hacía pública la primera sentencia que castigaba a un 'animalista' de amenazar en injuriar a un taurino en Facebook. Como siempre, ha tenido que ser un particular, un profesor de universidad, quien ha dado un pasito más en defender la libertad y la dignidad de los aficionados taurinos.

Lo dije, lo escribí hace tiempo. No somos aficionados, somos activistas. Nos obligan a serlo quienes nos insultan y nos amenazan, quienes pretenden imponer sus criterios a base de prohibiciones y no conocen el respeto por la vida ajena. Nos obligan a serlo quienes desean la muerte a los toreros, quienes boicotean festivales solidarios, quienes quieren quitarle el pan a más de 250.000 familias humildes y obreras en este país.

Y la culpa no la tienen sólo los políticos. Unos nos venden como putas y otros se callan como putas mientras somos los aficionados los que damos la cara para que nos la partan en Facebook, twitter o nuestros respectivos blogs. A veces, muchas veces, me pregunto para qué o para quién escribo, si tengo el vértigo, la sensación de que todas estas palabras que hilvano en la soledad de mi ordenador caen en saco roto.


Mientras el PSOE vive su juego de tronos, su juego de pactos, el sector continúa en el limbo de los niños, calla y otorga. Y los aficionados reclamamos un gesto definitivo, alguien, algo que nos defienda. Mientras no lo haya, no tiren balones fuera que no son sólo los políticos los que están dinamitando, amordazando a la afición. Políticos voraces y un sistema impasible nos destrozan desde dentro. 

De puta a puta, habló la Tacones.


(Y a quien siga con la demagogia, la caspa y la derechona, recomiendo encarecidamente este artículo publicado en Mundotoro, por la memoria de todos aquellos taurinos que nos hicieron más libres)

(La foto, desde la andanada del 5 de Las Ventas, es del gran Juan Pelegrín)

domingo, 7 de junio de 2015

Rafaelillo rompiéndonos por dentro



Hay lágrimas que te rompen por dentro, lágrimas que llaman a las lágrimas, lágrimas que riegan la arena de emoción, lágrimas que apresan en apenas unas gotas, agua y sal, toda la grandeza del toreo. Hoy en Madrid hemos visto llorar a un tío, a un torero.

Dicen que los hombres no lloran, pero es al revés: nadie puede llamarse hombre si nunca ha llorado. Hoy hemos visto llorar a un hombre, a un tío. Lágrimas. Un torero. Lágrimas. Un hombre. Lágrimas.

Ha sido después de que doblase el cuarto toro de Miura, el antepenúltimo de feria, antes de que Madrid cerrase definitivamente la puerta de San Isidro. Una puerta que hoy podría haberse abierto de par en par directa al cielo, a la gloria, si el acero no se hubiese obstinado en pinchar en hueso, en negar la muerte a un toro que la ganó haciendo todos los honores a los de su estirpe.

Hoy hemos visto llorar a un hombre, a un torero. Un tío pequeño, un tío enorme que se la ha jugado a una sola carta, en un solo, cartel, una sola tarde, prácticamente a un solo toro de los de Zahariche, la leyenda de Miura a las espaldas y en los pitones.

Hay lágrimas que te rompen por dentro, como rompía por dentro un torero roto y una plaza rota en muletazos de trazo largo y temple, en la firmeza de la fe de un torero que se la jugaba a cara o cruz y se encontró con la cruz de la espada después de volver a sentir, que no a escuchar, los olés de Madrid. Sentir los olés de Madrid cuando Madrid dice "olé" rugiendo desde las tripas, desde las entrañas, conocedor de lo que Madrid da y quita, la importancia de un sola tarde en Madrid, todo o nada.

Sintiéndose, sabiéndose torero, apostando el alma tras los aceros si el diablo hubiese aceptado el pacto de matar como si fuese el último toro de la tierra. Pero el diablo no acudió a la cita, lo vendió en dos pinchazos.

Hay lágrimas que te rompen por dentro. Lágrimas que te queman en los ojos, la emoción del toreo en estado puro. Hoy hemos visto llorar a un tío. Hoy nos ha hecho llorar el toreo.

Hemos visto llorar a un tío, a un hombre. A un torero que se reencontró con los olés de Madrid con la importancia de saberse y sentirse torero, con la emoción de veintitantas mil almas rotas en la lentitud de unos naturales para el recuerdo, de unos pases que levantaron corazones sentados, dormidos en los tendidos, que despertaron al vuelo como una sola voz.

Crónicas vendrán a desmenuzar la faena, las emociones que no se pueden escribir, los invisibles latidos de una plaza más viva que nunca en el último episodio de su feria, la primera feria del mundo. El imprevisible regalo en la última tarde de tantas tardes, cuando quizá nadie ya esperaba nada y hemos visto crecer hasta alcanzar una altura inalcanzable a un torero de Murcia que se ha convertido en un gigante a base de temple y torería, de saber y de estar.

Otros cantarán el encuentro en el ruedo. Pero lo mío es la poesía, lo de dentro, lo que rasca, lo que no se ve. Y me quedo con esa vuelta entre lágrimas que ha tenido más peso que muchas orejas livianas que el aficionado cabal olvida, como despojos que son, cuando sale de la plaza. Lo de esta tarde, esa vuelta, esas lágrimas, quedará escrito para siempre en la memoria. Escrito en la arena, escrito en el agua de unas lágrimas para que nada ni nadie lo borre.

Me quedo con el natural profundo, con el abandono, con el reloj parado, el corazón al galope, ese encuentro mágico entre hombre y toro, con la emoción a flor de piel y la sensibilidad de un torero que hoy ha escrito una página en la historia de la tauromaquia: la de cuajar un Miura en Madrid, tan de verdad, tan tío, tan roto que ha tenido que deshacerse en lágrimas para seguir respirando.

Rafaelillo rompiéndonos por dentro.


(La foto es una captura de la retransmisión de CanalPlus)