sábado, 14 de septiembre de 2013

De la tierra


Hay quien dice “toreros de la tierra” como si la tierra menoscabase el peso, como si la cercanía, lo cotidiano fuese en detrimento del valor de los que se modelan con la misma arcilla de uno, aunque siempre son de distinta pasta.

Toreros de la tierra que quisieron hacerse toreros viendo fotos de Su Majestad, de Capea, de Julio Robles en las paredes de los bares que frecuentaban sus padres, en la memoria de los aficionados cabales, en las enseñanzas de una Escuela Taurina que mantiene viva la ilusión de los que quieren ser toreros. Toreros de la tierra que lo mismo un día se perpetúan para siempre en bronce junto a La Glorieta, esa plaza donde los toreros de la tierra se aprietan más fuerte los machos y sienten más reseca la garganta, el peso plomizo de los tendidos, el calor del aplauso, el bofetón del silencio.

Toreros de la tierra que conocen la geografía de la provincia como las mismas líneas de su mano, trazando de tentadero en tentadero el mapamundi de las ganas, la ambición de ser alguien en esto, el hambre de codearse con los de arriba. Para que llegue el día en que Salamanca los contemple con orgullo y funcione el boca a boca: “ahí va un torero”. De la tierra.

Eduardo Gallo lleva escrita en sus formas la elegancia urbana de la tierra salmantina, esta tierra donde las torres surgen del Tormes como agujas macizas que siempre apuntan a lo alto aunque nunca terminan de romper el cielo. La clase y la quietud de la piedra dorada cuando se deja acariciar mansamente por el sol del mediodía y Salamanca es un continente de belleza y de sueños. Lo tiene en las manos. Puede. Tiene que ser.

Pedro El Capea echó los dientes junto a las encinas, jugaba a los toros, mamó los toros y supo por boca del mejor de los maestros que esto no es un capricho. Que uno se juega de verdad la vida si se pone delante y que cada cicatriz es un recordatorio de lo cerca que están los hombres de perderla cuando se pasan al animal por el vientre.

Para Del Álamo este viernes 13 será el viernes maldito: un paseíllo sin hacer, maldita la hora del pisotón, ahora que anda haciéndose un hueco entre los de fuste, sin prisa, con la suerte de cara y la recompensa al esfuerzo.

Son toreros de la tierra, pero no son menos toreros. Toreros de una tierra que ha parido genios y modestos, figuras y aspirantes. Una tierra por la que circula el pulso, la sangre, el veneno del toreo. Y los toreros de la tierra son la voz de la tierra, el cántico del toreo que nunca se acalla, las ilusiones, los sueños, el engranaje que hace posible que nunca se apague el milagro de la esperanza, hambre de figuras entre el paisanaje que no cesa.



(Eduardo Gallo, que ha abierto hoy la puerta grande en Salamanca, tan torero, fotografiado por el gran Juan Pelegrín. El artículo ha salido publicado en la revista Lances, que se entrega en La Glorieta)


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