jueves, 22 de mayo de 2014

Hoy torea Morante


Me había prometido no escribir nada en San Isidro, seguir en el exilio del toro, la pantalla de plasma y el silencio. Pero hoy torea Morante. Y aunque hubiese incumplido la promesa y hubiese escrito antes -la muerte obliga, la sangre obliga, la dignidad obliga, el corazón manda- hoy hubiese vuelto como quien regresa al lugar donde ha sido feliz para cerrar los ojos y tocar el cielo. Sólo eso. Todo eso: tocar el cielo.

Hoy torea Morante. Y el Fino. Y el Tala. Cartel de reventón para los toros de Montalvo, los de Juan Ignacio, que en la pasada feria de Salamanca derrocharon bravura y clase hasta la emoción, esa que te penetra en los tuétanos y duele, y te corta la respiración y te empapa los ojos aunque no quieras. Esa emoción que se siente cuando un toro galopa, galopa y no se acaba, y no se acaba y repite, y se crece y hace surcos con los hocicos en la arena, tan noble, tan grande, tan bravo, tan dios entre todos los animales de la creación.

Esa emoción que aún siento cuando cierro los ojos, como los cierro ahora y recuerdo aquella tarde de septiembre en esa plaza con nombre de gloria, La Glorieta, mi admirado Javier al lado, vivir y torear, y el gintonic siempre, que no falte, dichoso gintonic, qué culpa tendrá el gintonic de tanto pinturero posturitas y repeinado, si a mí lo que me gusta es que el hielo me rasque la garganta, y primero me arda y luego la alivie mientras me pellizcan el alma desde la arena y se me rompe la voz en oles hacia adentro.

Me había prometido no escribir. Pero hoy torea Morante. Así, de espaldas, con el Fino, tan toreros, hombro con hombro, oro, plata, aire, esencia, como los pilló el ojo mágico de Juan Pelegrín, que tuvo que reventársele la cámara de tanto arte al lado, tanto genio, tanta poesía en las muñecas, en el trazo mágico de los capotes.

Hoy torea Morante. Y aquí estoy otra vez, esperando el milagro, rezando, cerrando los ojos, hilvanando mis latidos en un puro para que se lo fume esta tarde entre toro y toro, reposado, más allá de la tierra y del tiempo.

Hoy torea Morante y el corazón me golpea esperando las siete como una novia espera la hora del casamiento. Hoy torea Morante. Y aquí estoy, esperando como un niño la noche de Reyes, como un cofrade la madrugada del Viernes, como los discípulos la lluvia de fuego, la resurrección de la carne, lo eterno. Creo.

Hoy torea Morante, cosiendo en cada lance miles de corazones, abrazando la tierra, sembrando sueños en la arena, abrochándose el tiempo en la cintura, el mentón hincado, la incógnita, el compás, el verso.

Y aquí estoy, escribiendo, desandando la promesa, rezando sin biblia, esperando, pintando el cielo con los ojos cerrados, tocando el cielo de Madrid con los dedos. Soñando.

Tocando el cielo. Sólo eso. Todo eso. Aquí, esperando. 

Hoy torea Morante.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues, vaya petardo...

Ana Pedrero dijo...

Sí señor. Petardo con cojones. Pero yo soy de Morante "manque" pierda. Debilidades.