martes, 27 de agosto de 2013

Yo no te olvido, Alfonso Navalón



Han pasado ocho años y de cuando en cuando miro la agenda, ese número guardado en la N que empieza por 923, prefijo Salamanca, y espero sin borrarlo por si un día suena. Y me dan ganas de llamar por si respondes desde ahí arriba, como te escuchaba desde Cádiz y cerraba los ojos para ver desde la orilla del mar la piedra dorada de Salamanca, las encinas de El Berrocal, el fuego amoroso de Perico y Ángela, aquel último paseo junto a las aguas atlánticas, las urdimbres de las dehesas y cercados que conocías como nadie, como si los mismos dioses te soplasen al oído un viaje a los toros del sol y de la escarcha.

Toros del norte y del sur, los cuatro puntos cardinales en las astas, los siete mares en la estirpe brava, la rosa de los vientos en la tinta de la pluma, el pañuelo en el bolsillo, en cigarrillo en las manos; el aguijón en la lengua, la claridad en la frente, deslumbrante, acojonante. La verdad descarnada, la poesía sin trampa en las teclas de la vieja máquina de escribir.

Como si los mismos dioses hubiesen trazado en la palma de tu mano el mapamundi de la piel del toro, la sed de agosto, el hambre de los que sueñan, la boca reseca de miedo junto al ladrillo, las cosas que no se cuentan, esa manera de ser y sentirse, de saberse. Tan alto siempre. Prosa de hiel y terciopelo, mala hostia y ternura a partes iguales y el prodigio de la palabra amasada en el fuego lento de la memoria y de la vida. Nadie como tú. Nadie.

Han pasado ocho años, aquel agosto, aquella voz cada vez más frágil, el pecho atravesado por un puyazo a traición, puto cáncer, tabacazo en el alma sin anunciarse. Orfandad, sed de saber, de aprender, de discutir, de admirar. Y después, nada. Nadie. Sólo el silencio de la vieja máquina y el latido tan vivo de la palabra.

Miro la agenda. Agosto, 27. Esa N mayúscula, imborrable. Irrepetible. Tu apellido. Ese prefijo. Y busco el abrazo que dejé guardado en mi maleta de regreso aquel agosto; ese abrazo último que nunca se da, como esa copa última que nunca se bebe, cáliz de amargura, vino fermentado en muerte, mientras desandaba kilómetros de la Tacita al Tormes y tú ya volabas desde la tierra a los toros de lo eterno, esos que algún día escribiremos al alimón todos los que vivimos este veneno, esta gloria, así en la tierra como por las esquinas del aire.

To no te olvido, Alfonso Navalón Grande. Tan grande. Tan grande.


(La foto está tomada de www.salamancaactualidad.com)

3 comentarios:

Patxi Arrizabalaga dijo...

Ha sido un verdadero placer leerte, y recordar tantas y tantas cosas, precisamente ayer, día de muchos cumples en mi familia, y mi mente, triste, volaba recordando al más 'grande', no sólo de apellido.
Qué ratos he pasado este verano releyendo crónicas, y más crónicas. Incluso el navaloniano Timoteo Sobrino me ha enviado un montón de crónicas que me faltaban de su corto periodo de tiempo en diario16, antes de que P.J. Ramírez se la metiera para complacer a los 'sociatas' de entonces, que le traicionaron como acostumbran.
Y de las miles de horas que abré echado ordenando y organizando sus trabajos. Y, si todos los días, quedamos muchos que lo recordamos en plan íntimo, podemos estar seguros que todo el mundo lo recuerda. Y lo digo porque allá donde voy se le recuerda, aunque sea, solamente, por escuchar a los que deambulan hoy en día.
Queda buena gente en el toreo, pero esas firmas no tienen fuerza, y los que la tienen hacen que nunca olvidemos a gente como Navalón.
Lo dicho, un placer leer tu post, in memoriam

La condesa de Estraza dijo...

Qué sorpresa, mi querida Berrendi, pasar por aquí como acostumbro y encontrarme esta entrada dedicada a aquel que tanto amamos y tanta huella ha dejado en algunos, principalmente en algunas.
Yo, como sabes, nunca le recuerdo el día de su muerte, aunque me acuerdo de él todos los días por unas cosas o por otras, pues, entre tú y yo, para mí el 27 de agosto de 2005 y a partir de la fecha todos los 27 de agosto, es un día borrado del calendario.
No por la muerte de Alfonso, sino por un doloroso asunto personal.
Ave, Navalone, tus chicas te recordamos.
Bs, rubia.

La condesa de Estraza

Ana Pedrero dijo...

Gracias a los dos por leerme y por mantener siempre viva su memoria. Condesa, también yo prefiero festejarlo el 5 de abril y brindar por su vida. Pero sigue latiendo aquel abrazo último que ya nunca fue. Te quiero, amiga.