Hay toreros que no se juegan la vida frente al toro, aunque les vaya la vida en cada punto. Hay toreros que eligen la raqueta por capote, una cinta elástica por montera, zapatillas blancas por manoletinas y una pista dura por albero. Toreros sin traje de luces con el alma torera, con la invisible muleta de los vientos toreando, templando, lidiando pelotas sin divisa con velocidades imposibles. Campeones que también acarician la gloria cuerpo a cuerpo, desafiando la gravedad con la potencia de su saque, ofreciendo la tensión del músculo, la belleza de la fuerza domeñada por la voluntad. El esfuerzo de cada día, el sacrificio. Toreros.
Feliciano López es un torero sin paseíllos que viste de blanco y oro, el laurel en las sienes. Héroe en otras plazas, artista en otras suertes. Feliciano López es un campeón con alma de torero, que escribió en tinta una frase, dos palabras apenas, ya tatuadas en nuestra piel, como una consigna obligando al destino: Fuerza Padilla.
Sin esconderse, con el orgullo torero de quienes defendemos con pasión la tauromaquia que nos une y nos vertebra. Escribiendo su alma en el cristal de una cámara, un ojo, una ventana abierta al mundo, sosteniendo la sonrisa rota de un torero herido al que velan los dioses a los pies de la cama.
Gracias, Feliciano, por el gesto. Por la solidaridad, por la memoria hacia el amigo. Gracias por el apoyo. Gracias por dar la cara, por ser aficionado más allá del fantasmeo de los callejones y hacer patria en el Planeta Toro, tan universal, tan visceral, tan pasional, tan mágico.
Fuerza Padilla. Dos palabras que resuenan como una letanía diaria en miles de gargantas anónimas que clamamos, por si a los dioses se les olvida que somos miles los que velamos el sueño de todos los toreros de oro y plata que se recuperan de sus lesiones, que se recosen el alma con nuestro aliento. Fuerza Gimeno Mora. Fuerza Antonio Cama. Plata de ley. Sentidnos ahí.
Fuerza Padilla. Fuerza torero. Dos palabras, un mundo. Y yo, campeón, que siento que Padilla somos todos, te doy las gracias. En dos palabras, no más, que brotan desde la emoción, la admiración y el respeto: Gracias, Feliciano. Torero. Ole tú.
sábado, 15 de octubre de 2011
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