sábado, 7 de mayo de 2016

José Tomás, el exilio y Jerez


No, no estoy en Jerez, aunque cierro los ojos y puedo sentir el tacto de su albero, la caricia cálida del  viento, el rumor alegre de las casetas, el fino alegrando el paladar, el cascabeleo de las calesas, el olor a frituritas, el insoportable bullicio de la Calle del Infierno, el chasquido gozoso de los hielos del rebujito danzando en las jarras.

No estoy en Jerez, pero recorro de memoria el corto camino que dista entre la feria y la plaza, escucho el crujir de los volantes almidonados y siento la presión de los lunares ceñidos al talle, las horquillas en el pelo. Esquivo a las gitanas de porvenir y romero, de delantales tan blancos como una luna llena de mayo y su cantinela de maldiciones si no le tiendes la palma de la mano.

No estoy en Jerez aunque ayer torease Morante, creo en Dios Padre; aunque ayer hubiese un indulto que aún hoy se discute en el tuittendido; aunque hoy regrese José Tomás como un Mesías de carne y hueso que revienta de lleno las plazas para una clá de aficionados y petardeo a partes iguales, de devotos verdaderos, amén Jesús, amén Tomás, y forofos de nuevo cuño y billetes al peso, tanto tienes, tanto vales, que presumirán mañana de que hoy sí están en Jerez, donde yo no estoy, donde ya está vendido todo el papel.

No estoy en Jerez ni me van a echar de menos en una tarde de reencuentros y emociones porque cuando te instalas en el exilio del toro desapareces del mundo, desapareces de la foto de familia que diseña la famiglia; porque un periodista sin tribuna se hace de repente invisible y cuando se rasca los bolsillos nunca salen las cuentas. Y si no se puede ir no se va. Y no se va.

Y no se va, y desando el camino de tantas buenas tardes, tantas ferias cuando sí se podía, cuando contabas en una foto en la que no te ponías nunca pero en cuyo organigrama figurabas, aunque fuera por abajito, en segunda o tercera línea de playa, donde el agua está más lejos pero te pisotean menos el estómago.

No estoy en Jerez, donde estuve cuando las golondrinas bajaron a ver a Morante o cuando el tendido rompía por bulerías al ver a Rafaé, el gitano de Santiago, el genio. Aunque regrese José Tomás, padrenuestro, aunque ponga patas arriba el mundo, aunque sea hoy Jerez la capital del toro y del colorín.

No estoy y no me duele porque Jerez es siempre alegría en el recuerdo, Jerez tiene una calle en mi corazón que paseo a mi albedrío los días de toros y los de invierno. Sin pensar en mí, exiliada de mí misma, solo me duele no saber qué pasa en Jerez, cómo regresa José Tomás, uno y trino, vertical, inquebrantable, de Galapagar a la tierra, en la voz de quien tan bien lo cuenta.

Y me duele no saber cómo va a ser este mayo en el ruedo inmenso de Madrid si no lo escribe Javier Hernández en una tribuna de primera división, en primera línea de playa a bocaos con los más grandes, a dentelladas, sembrando la guerra y el latido, como él sabe, incendiario, provocador, molesto, pero tan necesario. Que eso sí es el exilio, el vacío. Que eso sí es una putada. Que eso sí importa y tanto dice de cómo está esto.

Esta va por ti, amigo, ahora que tu silencio es tan atronador, hoy que tú tampoco estás en Jerez.


(La foto es de la gran Anya Bartels-Suermondt, que sí que está en Jerez, donde tiene que estar)

No hay comentarios: