jueves, 12 de mayo de 2016

Ureña: Dios, Madrid o la espada


No sé si será el Dios de los toreros o de las oportunidades; Madrid con su peso plomizo y su ladrillo rojo, imponente, siempre encendida en los tendidos; o la espada, la puta espada, que no entró cuando tenía que entrar y se hundió hasta la bola en el segundo intento, cuando ya la tarde era matar o morir, dejarse ir del todo empujando con el alma, con los cinco sentidos. Pero uno de ellos, el que sea, ya le debe dos puertas grandes a Paco Ureña para dejarle tocar el cielo de Madrid.

Lo veo aún por naturales sobrenaturales que aún no se acaban, la cintura rota, lágrimas de un torero, Madrid 2015, cuando uno de los modestos, de los que no toreaban, aquel torero enjuto y con cara de triste clavó las zapatillas en Las Ventas y bordó el toreo más hermoso, el toreo eterno, sin tiempo.

Y de ahí al diluvio de este día mayo, a esta lluvia que no cesa, a este aniversario de cuando la tierra de su cuna, la misma que ha trabajado con sus manos en la huerta familiar, se abrió bajo sus pies, Lorca en el recuerdo y en el brindis. De ahí a esta tarde de primavera y agua, de cielos grises y tan cercanos, tan a mano, rompiéndose, puro corazón, pura entrega, más allá de su cuerpo, tan abandonado, ni de Dios ni de nadie. De ahí a la magia con ese toro Ojibello, de El Torero, con las velas abiertas como un inmenso navío tras la muleta, bravo y noble. Toro-toro.

Chenel y oro, lila y oro, Ureña y oro en los tendidos incendiados bajo la lluvia, en las manos empapadas de agua tan limpia, los pies descalzos; en el corazón de ese Madrid que siempre despierta, que siempre ruge cuando se produce el milagro del toreo tan puro, tan bonito, tan clásico, tan desde dentro, tan de verdad. Tan sin palabras.

No sé si será el Dios de los toreros o el de las oportunidades; Madrid con su peso plomizo y su ladrillo rojo, imponente, siempre encendida en los tendidos; o la espada, la puta espada que no entró cuando tenía que entrar.

Dios, Madrid o la espada te deben dos puertas grandes, Paco Ureña. Dos ya.

Tiene que ser la hostia tocar el cielo imposible de Madrid.

(La foto es de mi amigo Álvaro Marcos)


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