lunes, 24 de octubre de 2011

Chenel, para siempre

Dice mi padre, que entonces era un joven pintor de veintipocos años, que aquella tarde de mayo hacía calor en Zamora. Y que al llegar a su estudio un vecino, con la ventana abierta y el televisor encendido, le dijo: "¡¡Artista!! menuda faena acaba de hacer Antoñete!!.

Y ahora, casi cincuenta años después, se le hace un nudo en el estómago viendo aquellas imágenes en blanco y negro del toro blanco y negro, del torero blanco y negro, el mechón tan blanco, los huesos tan sin calcio, el capote hambriento de la posguerra, la muleta planchada, tan roja entre tanto gris, el toreo chelí, la distancia perfecta, el natural infinito, Las Ventas patas arriba. Aquel día de mayo, las ventanas abiertas, el televisor encendido, el prodigio en blanco y negro.

Antoñete se despide hoy de la afición, chaquetilla verde botella, la Virgen de la Paloma a sus pies, Madrid lloviendo, lluvia lila y oro, rosa y oro, lluvia de otro tiempo. Torero de cuerpo presente, todo el tabaco en el pecho, toda la vida a las espaldas. El traje lila y oro en la silla, preparado para torear por celestiales y detener el tiempo donde dicen que no existe el tiempo.

Y porque hoy el corazón del toreo late en Madrid, convertid la plaza de ladrillo rojo en una fiesta. En la celebración de setenta y nueve años de vida. Que Las Ventas sea el alma, la voz ronca, el llanto y también la primavera, otra vez mayo, siempre mayo. Como si el cielo fuera rabiosamente azul detrás de la lluvia, detrás de este gris tan gris, detrás de la pena, que siempre escampa.

Que el último paseíllo sea una acción de gracias por tanta belleza como nos deja, por aquella izquierda que llevaba al paraíso; mi corazón lila y oro honrando al hombre que desciende a la tierra; al torero que ya está más allá de la vida, que ya es eternidad. Y memoria, que nunca muere.

Yo te doy las gracias, Chenel. Con el pecho partido y la sonrisa en los labios. Gracias por tu vida, Antonio Chenel Albadalejo. Y esta ovación te dedico, viéndote traspasar a hombros la puerta grande de la leyenda.

Gracias, maestro. Hasta siempre. Para siempre.


(Las fotos son de Juan Pelegrín y Javier Arroyo, dos grandes)

2 comentarios:

Canio dijo...

Qué tristeza por la muerte de Chenel. En esta sociedad de pegapasismo y mediocridad nos vamos quedamos sin referentes y sin verdad. Gracias por leerme Berrenda, tu presencia en mis letras es un lujo. Yo también te sigo y en días como hoy me emociona tu prosa y tu sentimiento torero.

Un abrazo desde Japón.

alfonso dijo...

Yo cada vez que veo el video de esa faena me emociono.Seguro que allá en el cielo Antoñete estará en animada conversacion con Juan Belmonte y Manolete.Alfonso.