sábado, 16 de mayo de 2009

Jerez, de bulería y albero

Echo de menos tus calles de albero, el pasito disciplinado de los caballos enjaezados por el Real, los enganches impecables, los trajes de lino imposibles.

Vivo con la vista puesta en Madrid y el corazón en Jerez, con la sed que rebusca en sus barricas y la ausencia instalada en la última fila de tendido del coso de la calle Circo, el que repinta cada año en blanco el nombre del Tío Pepe en sus burladeros. Allí canté un día la gloria de Morante por bulerías mostaza y azabache, mientras las golondrinas sobrevolaban el anillo, como si mayo se hubiese inventado para que batiesen sus alas sobre los tendidos zurcidos de volantes y flores en el pelo.

Echo de menos la luz última que desciende desde el cielo a tu arena circular, el pellizco del fino en la garganta. Las apreturas, los pijos y los señoritos, las corbatas de colores, el bureo gitano del barrio de Santiago en sol, los mandilones almidonados de las matronas que penden claveles en la solapa.

Vivo con los ojos puestos en Las Ventas y el corazón prestando oídos a la nostalgia de tu jarana interminable, cuando prolongábamos con palabras los ecos de cada festejo, cuando guardábamos junto al abanico los detalles de cada tarde, los silencios, la gloria, los fracasos y los esparcíamos bajo las miles de bombillas que desafiaban cada noche.

Vivo con el corazón cosido a los altares de mi san Rafaé de Paula –el genio descendido a la carne- que se encienden como candelas cuando los aficionados cabales cantan el compás de las faenas antiguas, que resuena como el eco de la brisa por los palcos y los balconcillos, como si despertase cada tarde que la plaza abre sus puertas.

Y ahora, aquí, poco me importa el resumen de cada tarde, que nunca serán las mismas tardes que rellenaban mis hojas en blanco. Poco importa, porque leo Jerez y leo la vida desbordando los días; porque leo Jerez y siento el regusto de la yerbabuena y la calorina del mediodía; el tintineo de los coches de caballo, la elegancia conjugada según la costumbre.

Y cierro los ojos, y te veo, Jerez, como si la vista no apuntase a ninguna otra parte.

Y te siento, porque mi corazón, Jerez, sigue acoplado como una caricia en los tendidos de arte donde resuenan, como en ningún otro sitio, las palmas por bulería cuando se hace verdad sobre su albero el toreo de cante grande.

4 comentarios:

ludo dijo...

ole. tercio de cante que huele a cobre y a rueda de churros calientes (no se si aun sigue el pregon de las gitanas que te las vendian al salir de los toros, pero como me gustaria que si ).
un saludo.

ludo

El Coronel dijo...

Berrendita, yo es que como a besos y si fuera Paula, solo torearia para ti, que sabes apreciar el buen cante, el buen baile, el buen toreo y además escribes de puta madre.
ole, ole y ole.
Besos

Ana Pedrero dijo...

Ludo: ahora la feria sabe a churro de madrugada, y a almedras fritas y saladas cuando el calor aprieta. Un beso. :)

Coronel: me saca los colores. Si Paula hubiese toreado alguna vez sólo para mi, de Jerez al cielo, sin más. Ole tú. Besos.

Anónimo dijo...

anita, igual que hize con la fabrica, lo hago en berrendo en colorao, en estos momentos, se recuerdos, no hay nada mas bonito que compartirlos, de la única manera que tu sabes, con esa pluma de oro que haces que todo sea real. Un beso muy fuerte. Angela